El uso anómalo de los datos personales en la guerra contra el COVID -19

Pedro Luis Martín Olivares - Que tanto poder le estamos entregando al estado en medio de esta pandemia
Pedro Luis Martín Olivares - Que tanto poder le estamos entregando al estado en medio de esta pandemia

Pedro Luis Martín Olivares – El uso de los datos personales  en la guerra contra covid-19

En tiempos difíciles es necesario el uso de medidas de emergencia, ciertamente tienden a ser cada día más difíciles y cuestionables; no obstante, la vigilancia de los gobiernos ha aumentado a nivel mundial a medida que se desarrolla la crisis del coronavirus. Desde Estados Unidos hasta China, Estados de todo el mundo están utilizando la tecnología como una herramienta contra el brote, mientras mantienen una estrecha competencia contra el tiempo para detener su propagación. Pero ¿Cuánto tiempo durará? o ¿Sí esto contribuirá a la violación de la privacidad?, todavía no lo sabemos.

«El equilibrio entre la privacidad y la política de pandemia es delicado», tuiteó la semana pasada Al Gidari, director de privacidad del Centro de Internet y Sociedad de la Facultad de Derecho de Stanford. “El problema aquí es que este no es un examen de la facultad de derecho. La tecnología puede salvar vidas, pero si la implementación amenaza injustificadamente la privacidad, más vidas pueden estar en riesgo”.

Si bien algunas medidas de China pudiesen haber parecido extremas, países de todo el mundo han ido adoptándolas una por una. En estos momentos no nos encontramos debatiendo sí estamos de acuerdo con las políticas de una nación, aquí lo que está en juego es la estabilidad del mundo que conocemos. Sin embargo, debemos tener cuidado. A medida que este minúsculo virus ha dejado de ser un granito y se ha convertido en una gigantesca bola de nieve, que amenaza con dejar sepultado los sistemas de salud y las capacidades de los gobernantes para ayudar a sus soberanos, en estos momentos donde el estado prometió entregar millones de dólares para evitar la bancarrota y mantener la economía con un soporte vital debido a la cantidad de empresas que han tenido que cerrar sus puertas por las medidas de aislamiento. En esa misma medida pudiésemos decir que estamos ante la presencia de la extensión más dramática del poder estatal desde la segunda guerra mundial.

El coronavirus nos ha estado llevando a los extremos. No es solo la amenaza de multas o prisión para la gente común que hace cosas comunes, sino también es el tamaño y el alcance del papel del gobierno en la economía. En Estados Unidos, el Congreso está listo para aprobar un paquete que vale casi $ 2 trillones, el 10% del PIB, el doble de lo prometido en 2007-09. Las garantías de crédito de Gran Bretaña, Francia y otros países valen el 15% del PIB. Los bancos centrales están imprimiendo dinero y usándolo para comprar activos que solían despreciar. Por un tiempo, al menos, los gobiernos buscaran evitar la bancarrota.

Las naciones han estado empleando tecnología con la finalidad de poder identificar donde están las personas infectadas y monitorear las cuarentenas. Países y ciudades de todo el mundo han sido bloqueados con el objeto de que la medida de distanciamiento social que se ha adoptado sea efectiva y reducir drásticamente la trasmisión y el traslado del epicentro de los brotes de un país a otro.

El gobierno de Singapur lanzó una aplicación llamada TraceTogether. Utiliza señales de bluetooth entre teléfonos celulares para ver si los posibles portadores del coronavirus han estado en contacto cercano con otras personas. En Hong Kong, algunos residentes fueron obligados a usar una pulsera que se conecta a una aplicación de teléfono inteligente y alerta a las autoridades sí la persona deja su lugar de cuarentena. Mientas en Corea del Sur, el gobierno utilizó registros como transacciones de tarjetas de crédito, datos de ubicación de telefonía inteligente  y videos de circuito cerrado de televisión, así como conversaciones con personas, para crear un sistema  donde se rastrearon casos confirmados. El resultado fue un mapa que podía decirles a las personas sí estuvieron cerca de un individuo infectado por coronavirus.

La agencia de seguridad israelí Shin Bet está utilizando los datos de ubicación de los teléfonos celulares de los ciudadanos para rastrear dónde han estado, para que puedan hacer cumplir los controles de cuarentena y monitorear los movimientos de las personas infectadas. Mientras que en el estado de Kerala, en el sur de la India, las autoridades han estado utilizando una combinación de registros de llamadas telefónicas, imágenes de cámaras de vigilancia y datos de ubicación del teléfono para localizar a las personas que pudieron estar en contacto con contagiados. Desde hace pocas semanas, miembros de la Casa Blanca han hecho las paces con  los grandes de la tecnología de ese país y les han pedido a Facebook, Google y otras compañías tecnológicas que trabajen en un proyecto que les permita usar los datos de ubicación y movimientos de los teléfonos inteligentes de los estadounidenses y que les proporcioné información que les ayude a entender cómo se propaga la enfermedad, si las personas están practicando el distanciamiento social y canales seguros de información sobre el tema del coronavirus.

Una razón por la cual el papel del Estado ha cambiado rápidamente es que COVID-19 se propaga como un incendio forestal. En menos de cuatro meses, pasó de un mercado en Wuhan a casi todos los países del mundo. La semana pasada se registraron 253,000 casos nuevos. La gente tiene miedo del ejemplo de Italia, donde casi 74,000 casos registrados han abrumado un sistema de salud de clase mundial, lo que ha provocado más de 7,500 muertes.

Gobernantes de todo el mundo han descrito la pandemia del coronavirus como un momento único y extraordinario, el presidente de Francia Emmanuel Macron, declaró que el país está en guerra contra la enfermedad y aprobó una ley esta semana que le otorga al gobierno el poder no solo para controlar los movimientos de las personas, sino también para administrar los precios y requisar bienes. Los líderes están adoptando medidas inusuales para combatir el brote, medidas que en otro momento por ningún otra circunstancia se hubiesen arriesgado a tomar, una mezcla entre coerción, monitoreo y peso económico.

A medida que avanza la pandemia, también crece la necesidad de explotar su poder único para monitorear a las personas usando su propia data. Los modeladores de datos telefónicos ayudan a predecir la propagación de la enfermedad. Y si un gobierno suprime el COVID-19, como lo ha hecho China, tendrá que evitar una segunda ola entre los muchos que aún son susceptibles, atacando a cada nuevo grupo. Corea del Sur dice que el rastreo automático de los contactos de infecciones recientes, utilizando tecnología móvil, obtiene resultados en diez minutos en lugar de 24 horas.

Este gran aumento en el poder del Estado ha tenido lugar casi sin tiempo para el debate. Algunos asegurarán de que es solo temporal y que casi no dejará huella, como ocurrió con la gripe española hace un siglo. Sin embargo, la escala de la respuesta hace que COVID-19 se parezca más a una guerra o a la Depresión. Y aquí el registro sugiere que las crisis conducen a un Estado permanentemente más grande con muchos más poderes, responsabilidades e impuestos para pagarlos. El Estado de bienestar, el impuesto sobre la renta, la nacionalización, todo surgió del conflicto y la crisis.

Pero ese no es el mayor problema. Las mayores preocupaciones se encuentran en otra parte, en el abuso del cargo y las amenazas a la libertad. Algunos políticos ya están tomando el poder, como en Hungría, donde el gobierno busca un estado de emergencia indefinido. El primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, parece ver la crisis como una oportunidad para evadir un juicio por corrupción.

Lo que hace surgir nuevas interrogantes ¿Cuándo esto va a parar? o ¿Cuánto tiempo continuará la recopilación de datos? Preguntas que se han hecho los defensores de la privacidad.  Es preocupante la difusión de la vigilancia intrusiva. La recopilación y el procesamiento de datos invasivos pudiesen extenderse,  porque ofrece una ventaja real en el manejo de la enfermedad. También se requiere que el Estado tenga acceso de rutina a los registros médicos y electrónicos de los ciudadanos. La tentación será usar la vigilancia después de la pandemia, al igual que la legislación antiterrorista se extendió después del 11 de septiembre. Esto podría comenzar con el rastreo de casos de tuberculosis o traficantes de drogas. Nadie sabe dónde terminaría, especialmente si, después de haber tratado con COVID-19, China, que ha utilizado la vigilancia como factor clave para controlar el poder, es vista como un modelo.

Es posible que se necesite más vigilancia para hacer frente a COVID-19, dado que los casos globales aumentan rápidamente y las muertes continúan en ascenso, y es válido   que los gobiernos quieran mantener la vigilancia para controlar la situación, o los riesgos serán aún mayores. Pero las reglas con cláusulas de extinción y escrutinio incorporados pueden ayudar a detenerlo, la principal defensa contra el Estado excesivamente poderoso, en tecnología y economía, serán los propios ciudadanos. Deben recordar que un gobierno pandémico no es apto para la vida cotidiana.

La clave es equilibrar la necesidad del uso de tecnología y datos para el bien público frente a la protección de la privacidad. Si eso no se hace, dicen, las consecuencias después de que el polvo se haya asentado podrían ser grandes

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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas

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