¿La Ivy League y la desinversión como arma política?

Pedro Luis Martin Olivares – La Ivy League es una conferencia atlética colegiada estadounidense de ocho universidades privadas de investigación en el noreste de los Estados Unidos.

El término Ivy League se utiliza de manera más amplia para referirse a las ocho escuelas que pertenecen a la liga, que son mundialmente reconocidas como universidades élite, asociadas con la excelencia académica, de admisiones altamente selectivas y el elitismo social. El término se utilizó en 1933 y se hizo oficial en 1954 tras la formación de la conferencia atlética de la Ivy League.

Los ocho miembros de la Ivy League son la Universidad de Brown, la Universidad de Columbia, la Universidad de Cornell, el Dartmouth College, la Universidad de Harvard, la Universidad de Pensilvania, la Universidad de Princeton y la Universidad de Yale. La sede de la conferencia está en Princeton, Nueva Jersey. Todas las «Ivies», excepto Cornell, fueron fundadas durante el período colonial y, por lo tanto, constituyen siete de las nueve universidades coloniales. Las otras dos universidades coloniales, la Universidad de Rutgers y la College of William & Mary, se convirtieron en instituciones públicas. Las banderas de las ocho universidades de la Ivy League ondean sobre el estadio Wien de la Universidad de Columbia en Manhattan.

Las escuelas de la Ivy League son algunas de las universidades más prestigiosas del mundo. Las ocho universidades se ubican entre las 18 primeras del ranking de universidades nacionales de U.S. News & World Report de 2024. US News ha nombrado a un miembro de la Ivy League como la mejor universidad nacional cada año desde 2001: a partir de 2020, Princeton once veces, Harvard dos veces y las dos escuelas empataron en el primer lugar cinco veces.  En el ranking de mejores universidades globales de Estados Unidos, News & World Report 2022-2023, cinco Ivies se ubican entre las 20 primeras: Harvard (n.° 1), Columbia (n.° 7), Yale (n.° 11), Penn (n.° 15) y Princeton ( #16): clasificaciones que, según U.S. News, se basan en «indicadores que miden su desempeño en investigación académica y su reputación global y regional».

Las inscripciones de pregrado oscilan entre aproximadamente 4.500 y aproximadamente 15.000, más que la mayoría de las facultades de artes liberales y más pequeñas que la mayoría de los sistemas universitarios estatales. La matrícula total, que incluye estudiantes de posgrado, oscila entre aproximadamente 6.600 en Dartmouth y más de 20.000 en Columbia, Cornell, Harvard y Penn. Las dotaciones financieras de la Ivy League van desde los 6.900 millones de dólares de Brown hasta los 53.200 millones de dólares de Harvard, la mayor dotación financiera de cualquier institución académica del mundo.

La Ivy League es similar a otros grupos de universidades de otros países, como Oxbridge en Inglaterra, la C9 League en China y las Universidades Imperiales en Japón.

Los eventos que están involucrando de manera directa a Israel, Hamas y Palestina han tenido repercusiones en todo el mudo y en nuestros Articulo semanal se focaliza el comentario en las universidades Ivy League, donde un tercio de sus graduados terminan trabajando en finanzas o consultoría. Así que tal vez no sea sorprendente que los manifestantes universitarios estén brindando consejos de inversión.

El objetivo de los lideres estudiantiles pro Palestina abiertos y pro Hamas solapados es reducir el volumen de flujo de fondos a las ocho universidades que conforman las Ivy Leagues provenientes de la arquitectura financiera empresarial y de organizaciones no gubernamentales de Israel, con miras a lograr que las universidades se deshagan de los activos vinculados a Israel y en consecuencia mermar su influencia en estas casas de estudio.

Las coaliciones estudiantiles de la Ivy League están conectadas en red con el resto de las grandes universidades del centro, del sur y del oeste de los Estados Unidos, lo que transforma el movimiento anti Israel en una onda expansiva que por todo el país unificando mensajes, argumentos y creencias que trascienden el propio hecho de confrontación que está en curso entre Israel-Hamas-palestina. Las campañas de desinversión pueden ejercer influencia al privar un tipo de fuente de capital, pero tiene igualmente efectos secundarios en otros inversionistas, bien sea para posicionarse o para continuar la influencia cambiando de emisor.

El argumento débil e ingenuo de que, si suficientes empresas israelíes comienzan a sufrir, tal vez Binyamin Netanyahu reconsidere su campaña en Gaza, se encuentra lejos de lo que llamaba Henry Kissinger la “Realpolitik”. Solo una respuesta masiva y unitaria de la mayoría de los campus universitarios podrían hacer que la desinversión de activos israelíes influya en los cálculos de Netanyahu.

Se suma otro error de cálculo en las manifestaciones, ya que las dotaciones universitarias poseen cada vez menos acciones provenientes de empresas israelíes, ocurriendo un desplazamiento hacia las empresas que hacen negocios con Israel, produciendo un cambio de escala de la diana a la cual le dirigen sus acciones los manifestantes, pasando de aritmética a exponencial, incorporando desde grandes gigantes como Google, McDonald’s, Toyota, Andreessen Horowitz y Blackstone hasta empresas locales. 

Los activistas poseen objetivos inobjetables pero los medios que han decidido para alcanzarlos hacen aguas cuando entran en la maquinaria del mercado y especialmente en el mercado financiero, ambos influenciados por la complejidad política y cultural global.

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Pedro Luis Martín Olivares

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