Impacto del salario mínimo, ¿Es real? Hacen los salarios mínimos algún daño

Pedro Luis Martin Olivares – Será un estigma, verdaderamente son reales las consecuencias de las que todos hablan cada vez que alguien toca el tema del salario mínimo.

Másde uno se lleva las manos a la cabeza, cuando surge esta formulación. Esto ha sido un tema político desde sus inicios en la década de 1930, no es nuevo el debate, no es que ahora se le ocurrió a un político en su campaña por la silla en la casa blanca. Tres décadas de investigación han llevado a un replanteamiento.

No, no se está inventado el agua tibia y sí bien es cierto que existe una que otra nación desarrollada que no aplica esta política, por las características propias de su país, sus tasas de desempleo son bastante bajas y los salarios mínimos son establecidos por los contratos colectivos. La verdad es que la mayoría de los países establecen leyes donde se impone el salario mínimo nacional con la finalidad de proteger y aumentar los ingresos de los trabajadores no calificados. No, no es una loca idea que se le ocurrió un populista de izquierda o a un candidato demócrata.

Pero ¿cuál es su impacto? 

La Asociación Económica Americana (AEA), reveló los datos de una encuesta donde recalco que durante mucho tiempo, los economistas, los cuales poseían un ingreso medio de 104.000 dólares anuales, consideraron que los salarios mínimos eran perjudiciales. En 1992, su encuesta reveló que el 79% de los entrevistados estuvo de acuerdo en que un salario mínimo aumenta el desempleo entre los trabajadores jóvenes y poco calificados. No obstante, otros tantos economistas reconocieron que los bajos salarios pueden ser un problema real, pero argumentaron que no pagar era peor.

No son solo ellos quienes se han calentado al fogón de este debate. En Estados Unidos, los políticos republicanos han utilizado este mismo argumento. En 1968, el salario mínimo federal en ese país se mantuvo en su nivel más alto desde que se aplicó por primera vez en 1938. Durante las dos décadas siguientes cayó, en términos reales, en un 44%. Jimmy Carter aumentó el salario en cada uno de los cuatro años que fue presidente, manteniendo el ritmo de la inflación, Richard Nixon lo aumentó solo dos veces en seis años y Ronald Reagan ni una vez en ocho. Algunos políticos estatales y locales, en su mayoría demócratas, intentaron compensar la caída aumentando sus salarios mínimos, creando un mosaico de diferentes niveles. Es válido acotar, que el caso de esta nación cada estado puede decretar el monto, por lo que se generan disparidades, las disparidades que se crearon, permitieron una investigación empírica detallada sobre los efectos de las políticas y proporcionaron los medios por los cuales se socavaría el consenso de los economistas.

El salario mínimo no es el fenómeno de un solo país, esta política se ha extendido por el mundo, se introdujo por primera vez en Australia, Gran Bretaña aplico un salario mínimo nacional en 1998 y lo ha aumentado en los últimos años. El de Alemania entró en vigor en 2015; hoy día el 90% de los países tienen algún tipo de salario mínimo legal, aunque las prácticas de aplicación varían ampliamente. En China el salario mínimo es de 264 dólares al mes, en Brasil 287 dólares, Francia 1.890, Hungría 440, Bolivia 118 dólares al mes. En Estados Unidos varía según el estado, pero el candidato presidencial demócrata, Joe Biden, prometió aumentar el salario mínimo federal de Estados Unidos a $15 la hora; sin embargo, hay grandes empleadores en este país como Amazon o Costco que ya han establecido este monto como el salario mínimo.

Son muchos los argumentos acerca de las ventajas y desventajas del salario mínimo, hay defensores que manifiestan que sí a los trabajadores se les paga más, los empleadores contratarán a menos o posiblemente, los empleadores podrían retener a los empleados por más tiempo y ahorrar en el costo de contratar y capacitar a nuevos empleados.

Hay quiénes argumentan que en ausencia de este, si un empleador intenta pagarle menos a un trabajador, una empresa rival lo podría robar. Además en este debate hay defensores que explican que sí el gobierno impone un salario mínimo superior al producto marginal de un trabajador, la empresa pierde dinero al contratarlo, por lo tanto, se quedarían sin trabajo.

La realidad es más compleja. Para las personas que ganan el salario mínimo por un período breve pero luego pasan a un trabajo mejor remunerado (el ejemplo clásico son los adolescentes en trabajos de comida rápida que viven con sus padres), el salario mínimo bajo puede no ser un problema importante. Sin embargo, para las personas con pocas expectativas de un trabajo mejor remunerado, podría representar un problema importante. No existe un salario único en el que un trabajador pueda elegir entre sus empleadores. Como resultado, las empresas probablemente pagan a los trabajadores menos que su producto de ingreso marginal.

El objetivo del salario mínimo no es desafiar la lógica del mercado, sino evitar que las empresas que se encuentran en una posición negociadora fuerte expriman a sus trabajadores.

Podemos considerar por un momento una comparación entre fábricas y restaurantes. Lógicamente, habría poco margen para aumentar la paga de fabricación utilizando salarios mínimos, porque las empresas se enfrentan a una dura competencia internacional y los trabajos están constantemente automatizados. Por el contrario, los trabajos en los restaurantes son difíciles de automatizar y no enfrentan competencia extranjera. Cualquier aumento de los costes que afecte a todo el sector debería repercutirse en los consumidores. La pérdida de empleo debería ser menor, especialmente si resulta que los consumidores están dispuestos a pagar precios más altos. Entonces, ¿un salario mínimo puede hacer justicia a ambos sectores?

El estudio empírico de David Card y Alan Krueger ambos en la Universidad de Princeton, revitalizó el debate sobre los salarios mínimos. En 1992, en dos estados americanos, Nueva Jersey y Pensilvania con salarios mínimos diferentes, se recopiló información sobre el empleo en restaurantes de comida rápida antes de un aumento en abril y nuevamente varios meses después. La comida rápida parecía ofrecer las condiciones ideales para este estudio, como un sector homogéneo que emplea a trabajadores no calificados.

El aumento del salario mínimo no provocó la pérdida de puestos de trabajo en los estados analizados, el empleo en los restaurantes estudiados aumentó. Los autores tampoco encontraron ningún indicio de que la apertura de futuros restaurantes se viera afectada. Al observar el crecimiento en la cantidad de restaurantes McDonald’s en todo Estados Unidos, no vieron ninguna tendencia a abrir menos donde los salarios mínimos eran más altos.

Durante los últimos 20 años, un creciente cuerpo de investigación ha demostrado que una consideración clave es el poder del que disfrutan los empleadores. Esta escuela de pensamiento sostiene que algunos mercados laborales se caracterizan por una estructura de mercado conocida como monopsonio. Bajo un régimen monopólico, un proveedor dominante vende a muchos compradores, mientras que bajo un régimen monopsonico, un comprador dominante compra a muchos vendedores. Así como un monopolista puede fijar precios más altos de lo que sería en un mercado competitivo, un monopsonista puede fijar precios artificialmente más bajos.

Por lo tanto, aunque puede parecer contradictorio que un salario más alto genere más empleo, tiene sentido si lo que está haciendo la legislación es impulsar un salario manteniéndolo artificialmente bajo por el monopsonio de regreso, a donde estaría en un mercado donde la oferta y la demanda lo derivarían libremente. Las personas que quizás no se hayan molestado en buscar trabajo a $10 la hora pueden verse atraídas a un mercado laboral que ofrece $15 la hora. Sin embargo, empujar el salario mínimo significativamente más allá de ese punto, pudiese provocar la pérdida de puestos de trabajo a medida que las empresas encuentren la mano de obra demasiado cara para pagar.

Una vez que se acepta el papel de la competencia en el mercado laboral, el debate sobre los salarios mínimos se vuelve más matizado y más empírico. Recopilar datos no es fácil. Los investigadores deben considerar sí realizar un seguimiento de los puestos de trabajo o de los trabajadores, sí estudiar ciertos grupos, como los adolescentes o los no calificados, o sectores más amplios. O por el contrario, sí el mercado laboral se ve afectado por algo más que las reglas del salario mínimo. Construir contrafactuales razonables es difícil.

En un artículo publicado en 2018, los mismos autores utilizaron datos administrativos para rastrear trabajadores individuales en lugar de observar promedios. Esta vez descubrieron que los trabajadores con salarios bajos veían aumentar sus ingresos entre 8 y 12 dólares por semana. Sin embargo, la mayor parte de esa ganancia fue obtenida por personas de bajos ingresos, con niveles de experiencia superiores a la media.

Los efectos de un salario mínimo también se pueden sentir fuera de los sectores de bajos salarios. Un estudio preliminar realizado en 2019, sobre el impacto del salario mínimo en Alemania, encontró que salarios más altos condujeron a una mayor reasignación de trabajadores de empresas más pequeñas y con salarios más bajos a empresas más grandes y con salarios más altos. El mismo año, un artículo en el Quarterly Journal of Economics encontró que el impacto de las leyes de salario mínimo en los ingresos promedio se vio amplificado por pequeños pero importantes efectos secundarios en los niveles superiores de la escala de ingresos.

Los empleadores tienden a querer mantener algún tipo de diferencial salarial para el personal con más responsabilidades.
¿Quién paga el salario mínimo? En teoría, una base de costos más alta podría transladarse a los consumidores a través de precios más altos o ser absorbida por los empleadores a través de márgenes de ganancia más bajos. En realidad, la respuesta varía según el mercado.

Los economistas ya no creen que los salarios mínimos más altos sean siempre malos. Pero eso no es lo mismo, que decir que siempre son buenos. En 2018, un documento de Isaac Sorkin y otros advirtió a los legisladores que adopten una visión a más largo plazo, en lugar de preocuparse por el desempleo a corto plazo. Los autores encontraron que sí las empresas perciben que un piso salarial más alto es permanente y es poco probable que la inflación lo erosione, podría alentar esto a la automatización y disminución del crecimiento del empleo en el futuro. La idea de que un salario mínimo a veces puede conducir a un empleo más alto, en lugar de más bajo no significa que siempre lo hará. Al empujar el piso hacia arriba, los legisladores deben asegurarse de no tocar el techo.

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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas

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