Acuerdo histórico con repercusiones económicas positiva, Arabia Saudita puede aceptar relaciones normales con Israel

Pedro Luis Martín Olivares – Durante años, Israel y Arabia Saudita han sido socios en todo menos en el nombre. Los líderes de los dos países consultan en secreto, comparten un rival en Irán, planifican una infraestructura de telecomunicaciones conjunta, hacen negocios discretos y son miembros de alianzas de defensa lideradas por Estados Unidos.

Pero mientras que otros cinco miembros de la Liga Árabe ya acordaron tener relaciones diplomáticas plenas con Israel, no ha sido tan simple para los reyes saudíes romper 75 años de tabú contra la “normalización” con el estado judío a menudo vilipendiado. La mano que mueve la cuna a favor del acuerdo histórico es el príncipe heredero del reino, Muhammad bin Salman, quien ha avanzado paulatinamente con reformas insospechadas de ocurrir, que ha marcado la tendencia de lo que será su ejercicio de gobierno cuando ascienda a Rey de Arabia Saudita.

El rey conservador de los saudíes, Salman bin Abdelaziz, de 87 años, se ha negado a hacer propuestas públicas a Israel mientras el pueblo palestino siga siendo apátrida. Los saudíes han respaldado durante mucho tiempo la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, que estipula que la normalización solo puede llegar después de que Israel abandone los territorios que conquistó en la guerra de 1967 y permita que nazca allí un estado palestino.

No se han logrado avances en el frente palestino desde que se publicó la iniciativa por primera vez, por lo que algunos países árabes han dejado de esperar. En 2020, Baréin y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) acordaron establecer vínculos formales con Israel, un paso que es poco probable que hubieran dado sin el apoyo tácito de Arabia Saudita. Una ráfaga de actividad diplomática entre saudíes, israelíes y estadounidenses sugiere que el reino también podría estar listo para salir a la luz.

“Creemos que la normalización es de interés para la región, que traería beneficios significativos para todos”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, Faisal bin Farhan, en junio. Es lo más cerca que han estado los saudíes de reconocer en público su deseo de tener relaciones formales con Israel.

La razón principal es un cambio en la actitud del presidente Joe Biden hacia los saudíes. En 2019, antes de asumir el cargo, dijo que tenía la intención de tratarlos como “los parias que son”. Esto fue a raíz del asesinato y desmembramiento de un columnista saudí del Washington Post, Jamal Khashoggi, por parte de agentes que presuntamente trabajaban para el príncipe heredero del reino y gobernante de facto, Muhammad bin Salman.

Biden ha reevaluado su postura por temor a que la posición de Estados Unidos en Oriente Medio se esté erosionando. Desde que Rusia invadió Ucrania, no ha logrado que los productores de petróleo de la región acepten una política energética que ayude a los países occidentales a superar la escasez causada por la ruptura de sus vínculos con Rusia. Este año, China también se adelantó a Estados Unidos al mediar en un acuerdo entre los saudíes e Irán para reanudar las relaciones diplomáticas entre ellos.

Lograr un acuerdo israelí-saudí es parte de la estrategia más amplia de Estados Unidos para renovar y mejorar su alianza con los saudíes, mientras busca una vez más un acuerdo con Irán para limitar su programa nuclear a cambio del alivio de las sanciones económicas. El juego de intereses apunta hacia un equilibrio que favorece el cambio en las relaciones entre Israel y los sauditas.

Binyamin Netanyahu no oculta su deseo de ser el primer ministro israelí que firme un tratado con una de las principales potencias del mundo árabe. Tal hazaña podría suavizar su oposición a un acuerdo estadounidense con Irán, que pronto podría construir bombas nucleares. Netanyahu es reverenciado por muchos republicanos en Estados Unidos, por lo que tenerlo a bordo ayudaría a Biden a vender un acuerdo con Irán a sus enemigos en casa. Con las elecciones presidenciales de Estados Unidos a solo un año y medio de distancia, lo presentaría como un gran golpe de política exterior con un impacto incalculable en la economía mundial.

Sin embargo, siguen existiendo obstáculos. El príncipe heredero, conocido como MBS, tiene una larga lista de demandas, incluido el suministro de sistemas de armas avanzadas, el apoyo estadounidense para un programa nuclear civil y un tratado de defensa estratégica reforzado con garantías, que los estadounidenses se resisten a otorgar. Si estas demandas se cumplieran al menos parcialmente, la cuestión palestina se agravaría. Israel tendría que hacer algún tipo de concesión al respecto, aunque sea poco más que palabrería, para apaciguar a los saudíes radicales.

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