Una cadena de eventos desafortunados

Pedro Luis Martín Olivares – Sí se abandona una casa, la maleza crece en el frente de la propiedad, pasa un grupo de adolescentes que recién salen del liceo por el frente de la vivienda y al ver su abandono lanzan una piedra, ahora hay una ventana rota.

Los vecinos comienzan a arrojar basura, las discusiones entre vecinos inician por la basura acumulada, se fomenta el caos. Cerca hay una licorería, la gente empieza a beber en los alrededores, los equipos de sonido de los carros suenan a todo volumen, pasan unos días y de repente aquel vecindario tranquilo, ya no lo es más; los rateros y mendigos empiezan a apoderarse del lugar, hay un borracho tirado en la entrada de la casa abandonada y las cosas continúan empeorando. Una cadena de eventos desafortunados.

El vínculo entre crimen y economía es amplio. En 1969, el profesor Philip Zimbardo de en la Universidad de Stanford en California realizó un experimento de psicología social, de este se desprendió la Teoría de las Ventanas Rotas. Trabajo científico que ha sido utilizado desde diversas perspectivas para atender el problema del delito y su relación con la economía. La experiencia consistió en dejar dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, misma marca, modelo y color. Uno se dejó en el Bronx, para la época una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.

Dos autos idénticos abandonados y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio. El auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Le robaron los cauchos, el motor, los espejos y el radio. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y el resto del carro lo fueron destruyendo poco a poco. En cambio, el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, tema en el que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, tanto de derecha como de izquierda; sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí. Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Al igual que en la propiedad abandonada, ambas situaciones transmiten una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas y se despierta un instinto de “como que vale todo”. Cada nuevo desenlace reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la “Teoría de las Ventanas Rotas”, la cual, desde un punto de vista criminológico, concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. Sí una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Sí se cometen “pequeñas faltas” como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja, y las mismas no son sancionadas, la anarquía comienza a reinar, entonces esto dará paso a faltas mayores y luego delitos cada vez más graves. Sí los espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente, que deja de salir de sus casas por temor a los delincuentes, esos mismos espacios abandonados por la gente serán progresivamente ocupados por los delincuentes.

A mediados de la década de los 80 la teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez en la ciudad de Nueva York. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones en el metro de esa ciudad: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. Posteriormente, en 1994, el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, basado en la Teoría de las Ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de «tolerancia cero». La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.

«… Sí te ocupas de las pequeñas cosas, entonces se puede prevenir muchas de las grandes…», dijo el exjefe de policía de Los Ángeles y la ciudad de Nueva York William Bratton. La expresión ‘tolerancia cero’ suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad. No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la policía. De hecho, debe también aplicarse la tolerancia cero respecto de los abusos de autoridad. No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo. Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana, como la que no tenemos ahora.

La decisión gubernamental tomada la semana pasada en las comunidades de El Cementerio, Cota 905 y La Vega de la ciudad de Caracas, es el inicio de una recuperación urbana integral, permitiendo que las pequeñas transgresiones en esa zona pueden ser ahora controladas y crear un sistema estadístico orientado a identificar áreas potencialmente delictivas y trabajarlas de manera aislada, lo que en conjunto permitirá el crecimiento de la economía y el mejoramiento de la calidad de vida de toda la población que habita esas importantes barriadas.

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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas

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