El optimismo se apodera de los inversores…¿Puede durar el mercado alcista?

Pedro Luis Martín Olivares – Desde la teoría de los mercados alcistas y bajistas, es comúnmente aceptado que, como ocurre con muchos términos financieros, los orígenes no son claros, sin embargo, mucha gente cree que provienen de la forma en la que cada animal ataca: los toros embisten con los cuernos hacia arriba, mientras que los osos dan un zarpazo hacia abajo.

El mercado que experimenta un crecimiento sostenido o considerable se conoce como alcista o “bull” (toro), mientras que los mercados que experimentan una caída sostenida o considerable se conocen como bajistas o bear (toro), ya sea que se refiera a criptomonedas, acciones, bienes raíces o cualquier otro activo. Un mercado alcista, o “bull run” (corrida de toros), se define como un período en el que la mayoría de los inversionistas compran, la demanda supera la oferta, la confianza del mercado es alta y los precios suben. Si en un mercado los precios tienden a subir con rapidez, esto quizás sea una señal de que la mayoría de los inversionistas son optimistas o “bullish” con respecto a un aumento de precios todavía mayor. Esto puede ser un indicador del inicio de un mercado alcista.

Los inversionistas que creen que los precios seguirán subiendo con el tiempo se los llama “bulls”.  A medida que la confianza de los inversionistas aumenta, surge un ciclo de retroalimentación positiva, que tiende a atraer más inversiones y provoca que los precios sigan subiendo. 

Siempre se van a producir fluctuaciones, caídas y correcciones, incluso durante un mercado alcista. Es usual que, si se producen caídas a corto plazo, se considere que el mercado alcista llegó a su fin. Por eso, es importante tener en cuenta todos los posibles indicios que indican un cambio de tendencia desde una perspectiva más amplia, analizando el movimiento de los precios durante períodos más largos. Los inversionistas que operan en plazos más cortos suelen hablar de “comprar a la baja”.

Estos fenómenos económicos son cíclicos, por lo que en un momento, la confianza de los inversionista comienza a bajar. El desencadenante de esta situación puede ser cualquier cosa, desde malas noticias, como una ley poco favorable hasta circunstancias imprevista como la pandemia de COVID-19. Un descenso abrupto del precio puede marcar el comienzo de un mercado bajista, donde un número cada vez mayor de inversores cree que el precio seguiré cayendo, lo que provoca una espiral descendiente a medida que venden para evitar más pérdidas.

Los mercados bajistas se definen como un período en el que la oferta es mayor que la demanda, el nivel de confianza es bajo y los precios caen. Por lo tanto, a los inversores pesimistas que creen que los precios seguirán cayendo se los llama “bears”.

Es especialmente complicado predecir cuándo puede terminar un mercado bajista y en qué momento se alcanzó el precio más bajo, ya que por lo general el efecto rebote es un proceso lento e impredecible que puede verse afectado por diversos factores externos como el crecimiento económico, el comportamiento de los inversionistas y las noticias o eventos a nivel mundial.

Sin embargo, también presentan oportunidades. Después de todo, si su estrategia de inversión es a largo plazo, hacer una compra cuando el mercado está en baja puede dar frutos cuando el ciclo se revierte. Los inversionistas que aplican estrategias a corto plazo también deben estar atentos, ya que pueden producirse picos de precios o correcciones temporales. Además, quienes ya tengan experiencia con las inversiones pueden aplicar estrategias como la venta corta, una forma de apostar a que un activo bajará de precio.  Otra técnica que muchos inversionistas emplean es el promedio del costo en dólares. Para esta estrategia, se invierte un monto de dinero fijo, digamos, $50, cada semana o mes, ya sea que el activo esté en alza o en baja. Esto distribuye el riesgo y le permite invertir tanto en los mercados alcistas como en los bajistas.

Con este abreboca, pasamos a la practica actual. Los mercados alcistas, según John Templeton, “nacen del pesimismo, crecen del escepticismo, maduran del optimismo y mueren de euforia”. El legendario administrador de fondos de Wall Street puso en práctica esta filosofía en 1939. En un momento en que otros entraban en pánico por el descenso de Europa a la guerra, Templeton pidió dinero prestado para comprar 100 de cada acción que cotizaba por debajo de $1 en la Bolsa de Valores de Nueva York. En unos pocos años, obtuvo una ganancia del 400% y forjó una plantilla para futuros inversores. Incluso en el siglo XXI, los momentos favoritos de Templeton de «máximo pesimismo» presentan las mejores oportunidades de compra. En marzo de 2009, los inversores se desesperaron por el futuro del capitalismo, en marzo de 2020, durante una pandemia y negocios cerrados. En ambas ocasiones, la respuesta correcta fue cerrar los ojos y comprar acciones.

Ahora parece que octubre de 2022 debería agregarse a la lista. El pesimismo ciertamente abundaba. Los bancos centrales estaban subiendo las tasas de interés a su ritmo más rápido en décadas. La inflación estaba alcanzando los dos dígitos en la zona euro y cayendo lentamente en Estados Unidos. La recesión parecía casi clavada. La guerra había vuelto a Europa. China parecía atrapada entre los bloqueos y el aumento de las muertes por Covid-19. En todo el hemisferio norte, un invierno frío amenazó con disparar los precios de la energía nuevamente, convirtiendo una recesión miserable en una realmente peligrosa. El índice S&P 500 de acciones líderes de Estados Unidos cayó casi una cuarta parte desde su punto máximo y Dax de Alemania aún más.

Fiel a su forma, era un excelente momento para comprar. Desde entonces, el S&P 500 ha subido un 28%. Eso lo coloca en su nivel más alto en más de un año, y dentro del 5% del pico histórico que alcanzó a principios de 2022. Además, el progreso del rally ha sido positivamente Templetoniano. Nacido de la desesperación, luego avanzó a la fase de escepticismo. Los inversores pasaron meses apostando a que la Reserva Federal no subiría las tasas tanto como sus gobernadores insistieron en que estaban preparados para subirlas, mientras que los economistas advirtieron su temeridad desde el margen. Todo el tiempo, con reversiones frecuentes, las acciones subieron nerviosamente.

Durante algunas semanas, cuando primero uno y luego varios bancos regionales estadounidenses colapsaron ante el aumento de las tasas, parecía que los escépticos habían ganado el día. En cambio, era hora de pasar a la fase de optimismo. La esperanza de un auge de la productividad impulsado por la inteligencia artificial desplazó los temores sobre el crecimiento y la inflación como principal narrativa del mercado. Las acciones de las grandes empresas de tecnología, consideradas bien posicionadas para capitalizar tal auge, se dispararon debidamente.

Ahora la fiesta se ha extendido al resto del mercado. Se puede apreciar esto comparando el índice de referencia S&P 500 de Estados Unidos, que pondera a las empresas por su valor de mercado y, por lo tanto, está dominado por las siete empresas tecnológicas más grandes, con su primo de «igual ponderación», que trata a cada acción por igual. De marzo a junio, el índice de referencia de alta tecnología avanzó mientras que su primo se estancó. Desde junio, ambos han subido, pero el índice más amplio de igual ponderación lo ha hecho mejor. Y ambos han sido derrotados por el índice KBW de acciones bancarias. Lo que comenzó como una subida liderada por poco se ha convertido en un mercado alcista en toda regla.

No es solo en los índices bursátiles donde el nuevo estado de ánimo es evidente. Bloomberg recopila pronósticos de fin de año para el S&P 500 de 23 firmas de inversión de Wall Street. Desde principios de año, 14 de estas instituciones han elevado sus previsiones, solo uno lo ha bajado. Los inversores minoristas, encuestados cada semana por la Asociación Estadounidense de Inversores Individuales, se sienten más optimistas desde noviembre de 2021. Incluso el mercado moribundo de ofertas públicas iniciales puede estar presenciando brotes verdes. El 19 de julio, Oddity Tech, una firma de belleza de Inteligencia Artificial, vendió sus acciones por valor de $424 millones al cotizar en el Nasdaq, un intercambio centrado en la tecnología. Los inversores habían realizado pedidos por más de 10.000 millones de dólares.

Si los inversores van a seguir pagando más y más por las acciones, lo que tendrán que hacer para mantener la racha, deben creer al menos una de tres cosas. Una es que las ganancias aumentarán. Otra es que las alternativas, especialmente el rendimiento de los bonos del gobierno, se volverán menos atractivos. La tercera es que es tan poco probable que las ganancias decepcionen que vale la pena gastar más en acciones y aceptar un rendimiento más bajo. Esta creencia final es capturada por una «prima de riesgo de acciones» comprimida, que mide el exceso de rendimiento esperado que los inversores requieren para mantener acciones riesgosas en lugar de bonos más seguros. Este año se ha desplomado a su nivel más bajo desde antes de la crisis financiera mundial de 2007-09. El mercado, en otras palabras, aparece al borde de la euforia. ¿Qué creen ustedes que pensaría Templeton de eso?

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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas

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