Pedro Luis Martín Olivares – La situación política y económica global en los últimos años se ha caracterizado por la inestabilidad, sumado al auge de nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial Generativa (gen AI) y el impacto de las consecuencias de la pandemia del Covid 19, ha creado escenarios volátiles de grandes cambios que junto con la ansiedad de una incertidumbre prolongada, conlleva a una situación donde las empresas no pueden continuar haciendo negocios como siempre y los gobiernos deben someter a revisión políticas públicas exitosas ayer que hoy hacen agua.
Desde la fuerza de trabajo de manera continua envían mensajes claros de que están desconectados en diversos grados, a menudo, agotados y crece con fuerza la interrogante dónde, cómo y por qué trabajan.
Los avances en automatización y el uso de la analítica en general, sumado al uso de la Inteligencia Artificial de Generación en particular, representan herramientas significativas y útiles para abordar los desafíos de productividad, sin mencionar la transición energética y el cambio climático. Surge la preocupación valida de que si no se gestiona adecuadamente, la adopción misma de la IAG como una nueva forma de trabajar podría agotar aún más a las personas, acelerando la espiral descendente.
Pero los decisores de primera línea tanto públicos como privados también deberían considerar el panorama general. Si la IAG ahora puede encargarse de tareas rutinarias e incluso complementar algunos trabajos de conocimiento complejos, es un desafío para los lideres el rediseño de los criterios de la asignación de responsabilidades laborales y en consecuencia la naturaleza del trabajo cambia de manera masiva y no solo para los trabajadores tecnológicos. Los empleados de todas las instituciones, industrias y roles pueden ser liberados o redistribuidos para centrarse en trabajos que implican juicio, innovación, creatividad y colaboración: un trabajo que sea más humano.
Debido a que este trabajo cognitivo de alto nivel es más difícil de planificar y gestionar, requiere mucho más que la ausencia de agotamiento. Exige una cultura de prosperidad, en la que la promesa de innovación y tecnología, utilizadas correctamente, inspire a las personas a ser más creativas en la resolución de problemas, lo cual incide en el beneficio del rendimiento general.
Ha llegado el momento de un cambio paradigmático en el campo laboral global, que se está produciendo desde distintas aproximaciones, en algunos casos por respuestas a problemas utilizando el ensayo y error, en otros casos con intento de políticas de ajustes y con la madurez del tiempo muchos líderes han abordado el problema con construcciones teóricas reimaginando el trabajo, en otras palabras, significa dejar de ver a los empleados como engranajes que logran sus objetivos y luego se convierten nuevamente en seres humanos reales una vez finalizado el día. Los empleados ahora se parecen más a artistas o atletas de élite que están inspirados para producir al más alto nivel, pero necesitan el tiempo adecuado para recargarse y recuperarse. Así se combate el agotamiento.
El reto del liderazgo público y privado de hoy día es aumentar los niveles de compromiso y productividad de los trabajadores con sus organizaciones empleadoras. Surge entonces el tema de “la prosperidad”. Prosperar es más que ser feliz en el trabajo o lo contrario de estar agotado. Más bien, una de las piedras angulares de la prosperidad es la idea de funcionamiento positivo: una forma holística de ser, en la que las personas encuentran un equilibrio decidido entre su salud física, mental, social y espiritual. La prosperidad es un estado que se aplica a todas las categorías de talento, desde los policías, maestros y enfermeras hasta ingenieros de tecnologías de datos.
A medida que la IAG se vuelve más frecuente en más empleos, el impacto de los empleados prósperos tiene el potencial de crecer. Estos son trabajadores que pueden demostrar habilidades cognitivas y socioemocionales de alto nivel para estar en su mejor nivel colaborativo y creativo cada día. Desarrollar políticas empresariales o publicas en instituciones gubernamentales relacionadas con el objetivo de alcanzar la prosperidad laboral conlleva a que los trabajadores sean más adaptables y resilientes, encontrando significado y propósito en el trabajo, logrando equilibrio y flexibilidad entre la vida personal y laboral, y experimentando seguridad psicológica y confianza por parte de sus líderes, permitiéndoles crear lo mismo para sus propios equipos.
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