Equilibrio de poder – Cada jugador deberá reacomodar sus fichas

Pedro Luis Martín Olivares - Equilibrio de poder Cada jugador deberá reacomodar sus fichas
Pedro Luis Martín Olivares - Equilibrio de poder Cada jugador deberá reacomodar sus fichas

Pedro Luis Martín Olivares – Entre dos naciones que poseen tantos intereses entretejidos, difícilmente se pudiese atisbar un tablero distinto al que se dibuja entre líneas imperceptibles.

La administración del presidente Trump se caracterizó por hacer de la hostilidad hacia China su bandera principal, no obstante, la nueva administración no la tiene fácil, no sólo debe lidiar con la situación interna en medio de una profunda crisis de salud, sino que también debe enderezar los entuertos dejados en la casa blanca. Donald Trump no dejó de atacar a sus aliados, y luego de 4 años Estados Unidos necesitará un cambio de estrategias, deberá hacer un gran esfuerzo para desandar lo andado, pero los beneficios pueden ser mayores, un solo peón no doblega a un Rey.

Seguramente había gente detrás de Trump que buscaba tener una guerra fría contra China, y debe haber gente junto a Biden que pueda desear lo mismo. Pero a diferencia de la primera este tablero no esta lleno de ideología como peones y armas nucleares como caballos y alfiles. En este nuevo campo de batalla ya no hay cable morse, las fichas son menos rígidas, ahora los peones, los alfiles, los caballos y las torres son los semiconductores, datos, redes móviles 5G, estándares de Internet, inteligencia artificial y computación cuántica. Toda esta tecnología ayudará no sólo a determinar sí Estados Unidos o China tiene la ventaja militar, sino también cuál tiene la economía más dinámica. Incluso podrían dar a uno de los rivales una ventaja en la investigación científica.

La primera guerra fría creó mundos de espejos separados, mientras que hoy los protagonistas de esta segunda están interconectados. Eso es en parte resultado de la integración de China en la economía global, especialmente después de que se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Pero también se deriva de la eficiencia de la red de muchas empresas tecnológicas, que recompensan el tamaño y la difusión, y refleja lo difícil que es para un país dominar la gama completa de especialidades en la economía tecnológica. En chips, digamos, los diseños estadounidenses o británicos se pueden hacer en plantas taiwanesas, utilizando equipos japoneses y holandeses con lentes alemanes antes de ser ensamblados en fábricas chinas. No es casualidad que la Corea del Norte autárquica pueda construir armas nucleares, pero no computadoras avanzadas.

El presidente de China, Xi Jinping, declaró en la Asamblea General de las Naciones Unidas que su nación “no tiene intención de pelear ni una guerra fría ni una caliente con ningún país”. Estados Unidos marcó en un momento el ritmo del mundo en desarrollo e implementación en materia tecnológica, sin embargo, hoy se esta quedando atrás, en cambio el Partido Comunista entendió que la tecnología es el camino al poder. El partido sobrealimenta los esfuerzos de las empresas chinas con su enorme poder de apalancamiento, y posee a su favor que fabrica componentes y productos finales para las empresas estadounidense más importantes de tecnología. Ha sabido explotar los recursos que posee, un vasto mercado, ambición y mucho talento trabajador. Además China esta sacando provecho de las implicaciones del BAR (Iniciativa Belt and Road) para promocionar sus tecnologías asegurando contratos de exportación y promocionándose como una potencia digital.

Trump por su parte, presionando consiguió algunas jugadas importantes, amenazando con sanciones a los fabricantes de chips que suministran a Huawei e intimidado algunos aliados, sin embargo, sí las empresas estadounidenses no quieren comprar tecnología 5G de fabricación China, la alternativa no es “Buy American” y sus demás opciones son muy costosas.

En esta guerra tecnológica, China no ha perdido el tiempo, no ha dilatado esfuerzos para crear su propia industria de chips de clase mundial, no significa que ya esta todo resuelto, pero ese país es sinónimo de constancia. Y mientras Estados Unidos se enfocaba en sus propios intereses aislándose de quienes pudiesen apoyarlo para mantenerse a la vanguardia en tecnología, el gigante asiático se reinventaba creando espacios y fortaleciéndose.

Por su parte Europa ha tenido que marcar posición, el más alto tribunal de la Unión Europea ha restringido dos veces la transferencia de datos a Estados Unidos, donde pueden ser recogidos por las agencias de inteligencia. Además, las relaciones se han visto caldeadas en más de una oportunidad, motivado a que los responsables políticos europeos han anunciado planes para imponer reglas a la nube, aplicar impuestos digitales a los gigantes tecnológicos estadounidenses y limitar las adquisiciones extranjeras, incluidas, potencialmente, las estadounidenses.

Aunque el escenario con Europa se puede alterar, un cambio marcado en la política puede convertir el conflicto en colaboración. Por ejemplo, el Reglamento General de Protección de Datos de Europa está en camino de convertirse en un estándar de facto fuera de Europa. Con una colaboración más estrecha en inteligencia, la alianza podría estar más alerta a las amenazas a la seguridad de los piratas informáticos y las empresas de tecnología chinas. Al coordinar sus esfuerzos en tecnologías críticas, podrían especializarse en lugar de duplicar la investigación. Al diversificar las cadenas de suministro y examinar cada eslabón, pueden protegerse de interrupciones accidentales o malévolas.

Al trabajar juntos en estándares técnicos como Operan, que utiliza principalmente hardware estándar para redes 5Gg, pueden crear un entorno favorable para sus propias empresas. Fundamentalmente, al colaborar en las normas éticas sobre, digamos, el reconocimiento facial, pueden proteger sus sociedades. En lugar de dejar a Estados Unidos aislado, un gran trato lo ayudaría a recuperar la vanguardia en la carrera por el dominio de la tecnología, al brindarle los beneficios de una cooperación más estrecha con países de ideas afines. Toda la alianza se vería impulsada por los formidables efectos de red de la industria tecnológica. Un trato también dejaría a Estados Unidos más abierto a la colaboración científica transfronteriza y la inmigración, algo vital para un lugar que prospera con las contribuciones de estudiantes extranjeros, muchos de los cuales se quedan para realizar investigaciones o trabajar en tecnología. Esa apertura es una fuerza de la cual carece China.

Algunas personas argumentan que la cooperación de este tipo necesita un tratado, una institución como la OTAN o la OMC. Pero eso llevaría mucho tiempo concretarlo. Lo que poseería en solemnidad, carecería de flexibilidad. Una agrupación como una G7 ampliada sería más adaptable y menos torpe. De cualquier manera, llegar a un gran trato será difícil. Por un lado, Estados Unidos tendría que reconocer que no es tan dominante como lo era cuando estableció la gobernanza global después de la Segunda Guerra Mundial. Tendría que estar dispuesto a hacer concesiones a sus aliados en este momento, por ejemplo, sobre privacidad, impuestos y algunos detalles de la política industrial, para proteger su sistema de gobierno a largo plazo. Para que la estrategia sea creíble en el exterior, sería necesario un consenso bipartidista en Washington.

Los aliados de Estados Unidos también tendrían que hacer concesiones. Deberían confiar en un país que, con Trump, a veces ha mirado con desprecio la alianza transatlántica. Algunos europeos podrían moderar su sueño de convertirse en una superpotencia que se distinga tanto de China como de Estados Unidos. Sin embargo, ese sueño europeo siempre ha parecido descabellado, no obstante, hay movimientos de sacrificio.

Hay sacrificios que valdrían la pena, es hora de tomar decisiones, es momento de comenzar a reconstruir, un gran trato ayudaría a centrar la competencia con China en la tecnología, lo que podría permitir la distensión en áreas donde la colaboración es esencial, como frenar el calentamiento global, la salud y, como ocurrió con la Unión Soviética, el control de armas.

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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas

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