El premio Nobel de economía entregado a los pioneros en comprender la pobreza

Pedro Luis Martin Olivares – Si bien es cierto que este trio no es el primero en desarrollar investigaciones que ponen en relieve la relación entre las opciones individuales  y sus efectos en el conjunto de la economía, constribuyendo a transformar la macroeconomía, la microeconomía y la economía del desorrollo. Sí son pioneros en la metodología usada para tratar de dar respuesta   a la pregunta más importante en economía, que además también es la más difícil: ¿por qué algunos países siguen siendo pobres mientras que otros se enriquecen?. Los galardonados este año aplicaron ensayos aleatorios que  ayudan a los formuladores de las políticas públicas a comprender que políticas funcionan y cuáles no.  

 En 2015, el 10% de la población mundial vivía con menos de 1.90 dólares por día, en comparación con el 36% en 1990. Pero más de 700 millones de personas permanecen en la pobreza extrema, y ​​el número crece cada día en ciertas partes del mundo, en particular -África Sahariana. Por sus contribuciones para comprender las brechas en el desarrollo y presentar fórmulas para cerrarlas mejor, Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer han sido galardonados con el premio Nobel de economía de este año. 

 Treinta años, tienen los economistas mirando un panorama general, estudiaron transformaciones estructurales a gran escala: de rural y agrícola a urbano e industrial. Los macroeconomistas construyeron teorías de crecimiento en torno a variables como el capital humano, luego profundizaron con regresiones de crecimiento entre países para tratar de medir las relaciones, por ejemplo, entre años de escolaridad y PIB por persona. Pero los datos eran escasos o deficientes, y la gran cantidad de factores potencialmente relevantes dificultaban estar seguros de qué causó qué.

En la década de los 90, Kremer, en la Universidad de Harvard, intentó algo diferente. Con colaboradores y coautores, comenzó a estudiar la pobreza con métodos más comúnmente asociados con químicos y biólogos: ensayos aleatorios. Si el capital humano, como salud, educación y habilidades entre otros, es esencial para el desarrollo, es mejor que los economistas se aseguren de comprender de dónde proviene. En Kenia realizó experimentos de campo en los que las escuelas se dividieron aleatoriamente en grupos, algunos sujetos a una intervención política y otros no. Probó, entre otras cosas, libros de texto adicionales, tratamientos antiparasitarios e incentivos financieros para maestros vinculados al progreso de sus alumnos.

Los resultados de estos experimentos vislumbraron un poco de luz sobre una pequeña parte de la «pregunta más difícil». Los recursos educativos, como libros de texto, por ejemplo, resultaron influir poco en los resultados del aprendizaje. Hacer que los alumnos sean más saludables mejoró su asistencia, pero no necesariamente significa que aprendieron más. Sin embargo, los experimentos tuvieron un resultado mayor: le enseñaron a la profesión económica que los ensayos aleatorios podrían funcionar en el campo.

Los economistas Banerjee y Duflo, construyeron sobre la base que Kremer estableció, implementando ensayos aleatorios para estudiar la atención médica y el espíritu empresarial, así como la educación. En la India, descubrieron que concentrar recursos de enseñanza adicionales en alumnos que se habían quedado atrás pagaba grandes dividendos. Demostraron que los micropréstamos, préstamos a pequeña escala para los pobres con escasez de efectivo, fueron menos transformadores de lo que se había reclamado, pero podrían ayudar a empresarios ambiciosos. Los tres académicos han estudiado el absentismo entre maestros y enfermeras, programas de inmunización, el manejo de la infraestructura pública y el uso de tecnologías que aumentan la productividad, como los fertilizantes. Han pasado innumerables horas observando y aprendiendo de las luchas diarias de los pobres del mundo.

Al dividir las preguntas grandes en preguntas más pequeñas y abordar cada una de ellas en experimentos cuidadosamente diseñados, superaron algunos problemas epistemológicos difíciles. Los economistas que usaron regresiones entre países no podían decir fácilmente si la escolarización adicional impulsó el crecimiento o simplemente ocurrió junto a él. Los experimentos de campo, por el contrario, podrían mostrar no solo el vínculo entre una mejor enseñanza y un mayor aprendizaje, sino también cómo funcionaba la conexión.

Quedaba el problema de la «validez externa»: hasta qué punto una relación medida se mantiene fuera del contexto de la investigación. Las personas son complejas y el mundo cambia constantemente, por lo tanto, es difícil confiar en que una relación entre dos variables perdurará. Los investigadores también deben ser conscientes de que los grupos que se evalúan pueden diferir sutilmente de una población más amplia, o que algo en el experimento puede estar influyendo en el comportamiento de los participantes. Al dominar la investigación de campo, Banerjee y Duflo mostraron cómo superar estas dificultades. Los experimentos «naturales» no se pueden volver a ejecutar para satisfacer dudas persistentes. Los experimentos de campo pueden ser replicados. Estructurar experimentos para que puedan ampliarse con el tiempo permite una mayor confianza aún. 

Cada pepita de verdad extraída de los datos generados por los experimentos de campo representa una contribución a la comprensión del mundo. La esperanza es que muchas pequeñas verdades se puedan juntar para hacer una grande. El trabajo de estos galardonados utiliza la teoría económica como guía, pero representa, sin embargo, un alejamiento del negocio habitual de la disciplina, en el que los economistas miran desde lo alto de la sociedad y buscan descubrir el equivalente de las leyes de movimiento de Newton. Los ensayos aleatorios son parte de un desarrollo importante en las últimas décadas, lejos de la alta teoría y hacia una base empírica. Con estos premios, el comité Nobel aprobó este cambio. Es, además, un premio práctico, que celebra el trabajo que ofrece formas de mejorar la vida.

Pero la pregunta más difícil aún se avecina. Banerjee y Duflo reconocen que su trabajo se basa en una respuesta. En conjunto, sus experimentos revelan que la brecha en la productividad entre los productores más eficientes y menos eficientes es mucho más amplia en las economías en desarrollo que en las avanzadas. Arregle eso, una pequeña intervención a la vez, y quizás eventualmente la pregunta difícil desaparecerá. Más economistas de mentalidad macro responden que la gran caída en la pobreza global de las últimas tres décadas le debe poco a esos problemas. Sucedió, más bien, cuando una confluencia de fuerzas globales impulsó la fortuna de los países pobres. El misterio de la pobreza global permanece. Si suficientes economistas emulan el espíritu innovador y el cuidado académico de los galardonados de este año, no se quedará para siempre.

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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas

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