Pedro Luis Martín Olivares – Pese a que el público en general no ha llegado a entender por completo qué son y cómo funcionan las monedas digitales, y que llueven las advertencias sobre su eventual uso por parte de organizaciones criminales, la tecnología que nació con el diseño de las criptomonedas se ha revelado como un tesoro para las empresas y sector financiero.
Los conocedores del Bitcoin y otras criptodivisas defienden su potencial en un mundo cada vez más digitalizado y las consideran la invención más importante del siglo XXI.
El primer salto en el desarrollo de ese potencial lo representa Ethereum, una cadena de bloques que va mucho más allá que la del Bitcoin, ya que permite registrar cualquier cosa y no solo transacciones monetarias.
Por ejemplo, en Ghana, Honduras o Georgia, se está utilizando la cadena de bloques para registrar los títulos de propiedad de la tierra, y en Indonesia, se usa esa tecnología para rastrear la sostenibilidad del pescado capturado en sus aguas desde el barco a su distribución.
En Ethereum y cadenas de bloques similares pueden registrarse también los llamados contratos inteligentes, unos programas informáticos que ejecutan de forma automática una acción determinada, por ejemplo, se puede programar que se haga un pago cuando llegue la entrega correspondiente.
También puede emplearse en la gestión de recursos naturales (permitiría fijar una cuota de extracción de un mineral a una comunidad sólo cuando los datos físicos del entorno afectado muestren que esa comunidad ha cumplido los objetivos de conservación medioambiental), o en actividades de cooperación, para rastreare el recorrido del dinero destinado a ayuda ligado a un objetivo específico.
En todos los casos, el objetivo sería aumentar la transparencia y eliminar intermediarios, reduciendo así las posibilidades de corrupción.
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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas
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