Pedro Luis Martín Olivares – Desde el pasado mes de febrero la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren comenzó a generar ruido cuando en sus declaraciones manifestó que se presentaría como candidata presidencial de los Estados Unidos en 2020 por el partido demócrata. Mucho ha pasado desde entonces, entre ataques y escandalos, además de poca claridad en su propuesta inicial, esta mujer de 70 años ha captado la atención de muchos.
En el mes de junio el columnista del New York Times, Frank Bruni, escribió que Elizabeth Warren estaba tratando de entusiasmar a los simpatizantes de izquierda de su partido para lograr un consenso y sumarlos a su causa con una agenda bien puntual enfocada en el modelo politico que hoy día rige en Canada o los países escandinavos. No se puede negar que la senadora es el tipo de político que le gusta ofrecer a sus simpatizantes la transparencia de su gestión y explicar claramente sus números.
La senadora de Massachusetts ha venido subiendo y se encuentra es la cuspide de las primarias presidenciales demócratas, en su campaña ella ha pedido “un cambio fundamental” en nombre de la clase trabajadora. Ella propone crear un impuesto sobre el patrimonio de los ricos, para el cuidado infantil universal y la cancelación de la deuda estudiantil, pero entre sus planes, también plantea promover la competencia entre los agricultores, mejorar el financiamiento de las reservas de los nativos americanos y aliviar la deuda de Puerto Rico.
Sin embargo, en lo que respecta a la atención médica, la senadora ha sido blanco de duras críticas por no presentar durante los debates previos al anunció oficial de su candidatura, una propuesta clara, en cuanto a como se pagará el Medicacare para Todos, de hecho solo habría argumento que su plan reduciría los costos para las familias trabajadoras, sin ser más específica.
La senadora se apego a Medicare para Todos, un sistema de un solo pagador gratuito, propuesto inicialmente por su competidor, Bernie Sanders, con quién además comparte ideas similare sobre como debe ser la política estadounidense. Sin embargo, a diferencia de Sanders, esquivó las preguntas sobre si los impuestos a la clase media aumentarían para pagar los $ 3.4 trillones en costos anuales adicionales.
Con la presentación de su candidatura, Warren presentó un plan de financiamiento detallado, donde la maxíma de la demócrata sería “que no se realizaría algún aumento en los impuestos de la clase media, ni en un centavo». De hecho incentivo a los demás candidatos a presentar planes igualmente detallados o en cambio a «aceptar que para ellos era más importante proteger los beneficios de los más aventajados, como las empresas aseguradoras privadas, compañías farmacéuticas, cuyas fortunas son inmensas o de las grandes corporaciones”.
El tan esperado plan, es esbosado en medio de duros ataques de sus principales rivales demócrata, quienes acusaron a la senadora de engañar a los votantes de esconder las realidades fiscales de financiar un programa que algunos expertos han calculado que podrían costar hasta $ 52 trillones en una década. Si bien es cierto que su estrategia heroica puediese aplacar a los votantes para las primarias, seguramente la dañaría en una elección general contra el presidente Donald Trump, si llega tan lejos.
Warren, con la ayuda de destacados economistas y expertos en políticas de salud produjeron sus propias estimaciones, manifiestan que bajo un generoso sistema de pagador único, el gasto aumentaría en $ 7 trillones; según los estudio reciente del Urban Institute, los cuales sirvieron como punto de partida para los cálculos de la campaña. A través de una serie de pasos, Warren reduce esta diferencia a cero. Ella argumenta que el gasto nacional en salud se mantendría constante, a pesar de que más personas estarían cubiertas (por ejemplo, los 28 millones de ciudadanos y los inmigrantes indocumentados sin seguro) y el uso de servicios médicos aumentaría si estuvieran libres.
Entre sus modificaciones de los números del Urban Institute están los costos administrativos más bajos (2.3% del gasto total, en comparación con el 6% de Urban). El plan Warren supone una tasa de crecimiento más lenta en los costos de salud (3.9% versus el 4.5% de Urban) y pagos menos generosos a los hospitales por servicios (110% de las tasas actuales de reembolso de Medicare versus el 115% de Urban). A esto se suman los objetivos para reducir el gasto en medicamentos, en un 30% en genéricos y en un 70% en medicamentos de marca, forzados por la amenaza de grandes impuestos al consumo, la posibilidad de anular las patentes y la opción de que el gobierno produzca medicamentos por sí mismo. Dada la resistencia a dicho plan por parte de médicos, aseguradoras, compañías farmacéuticas y hospitales, esto sería difícil de lograr.
Incluso con estos pasos, y la redirección de todo el gasto público existente en atención médica, Warren tiene un déficit presupuestario de $ 20.5 trillones. Llenarlo se hace más difícil por su insistencia en que los impuestos a la clase media no aumentarán. Actualmente, los empleadores asumen una parte significativa de los costos de atención médica. Según el plan Warren, los mismos cheques serían redirigidos al gobierno federal. En la práctica, esto sería un impuesto al empleo, que parece perjudicar a los estadounidenses de clase media. También aumentaría el costo relativo de contratar trabajadores de bajos salarios, perjudicando a las personas que Warren más quiere ayudar.
Para palear el déficit, Warren plantea adoptar otras politicas como aplicar gravámenes a grandes empresas y estadounidenses ricos, más allá de los que ya ha propuesto. Además de la derogación de los recortes de impuestos de Trump y un nuevo cargo del 7% sobre las ganancias corporativas, eliminaría la capacidad de las empresas de amortizar de inmediato el capital depreciado; ella también impondría un impuesto mínimo del 35% sobre sus ganancias extranjeras. Se aplicaría un nuevo impuesto a las transacciones financieras del 0,1% sobre las ventas de acciones y bonos, lo que arruinaría el negocio de los operadores de alta frecuencia (tal vez una ventaja desde el punto de vista de Warren). Los 40 bancos más grandes del país pagarían una tarifa anual de 0.15% sobre «pasivos cubiertos» (pasivos menos depósitos asegurados por el gobierno federal). El impuesto sobre el patrimonio también se ha revisado al alza. A las fortunas por encima de $1 mil millones se les cobraría un impuesto anual del 6%. Una presidencia de Warren podría costarle a Jeff Bezos, el jefe de Amazon, $ 26 mil millones en un solo período. Tampoco podía escapar renunciando a su ciudadanía estadounidense. Warren ha propuesto un «impuesto de salida» del 40% sobre el patrimonio neto de los multimillonarios para evitar esa amenaza.
Warren adoptó dos promesas casi incompatibles: entregar la versión de atención médica de un solo pagador de Sanders, más generosa que la de Gran Bretaña o Canadá, pero sin primas ni deducibles y sin aumentar impuestos a la gran mayoría de los estadounidenses. Durante las elecciones primarias, la estrategia podría funcionar; sin embargo, en un concurso de elecciones generales con Trump sería un asunto diferente. Este nuevo plan la expone a todo tipo de ataques del presidente Trump, a pesar de que su propio plan de salud está mal definido, más allá de un impulso hasta ahora infructuoso para derogar Obamacare y su historial de salud: 2 millones más de estadounidenses no tienen seguro desde que llegó a la oficina, situación que es terrible.
Pensar que se puede ir a unas elecciones donde se promete suspender el seguro de salud de 178 millones de estadounidenses que tienen planes privados a través de sus empleadores parece una locura. En estos momentos los demócratas gozan de una ventaja de 30 puntos sobre Donald Trump en la atención médica», dice Jim Kessler de Third Way, un grupo de expertos de centro izquierda. «Si esa brecha se reduce, y se reducirá si los demócratas apoyan el Medicare para Todos: podría reducirse a cero, y entonces Trump sería reelegido». Según la Kaiser Family Foundation, un grupo de expertos en políticas de salud, el 51% de los estadounidenses respalda Medicare para Todos, mientras que el 47% se opone. De no darle otro enfoque a este programa de salud, el Warrencare como política, podría describirse como negligente; las objeciones al programa son numerosas, entre ellas se pueden citar la eliminación del seguro médico privado, la posibilidad de aumentar los impuestos y las colas para la adquisición de tratamientos; es seguro que con todo esto el apoyo cae por debajo del 40%.
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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas
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