Hacia el equilibrio final

Pedro Luis Martín Olivares – Cada país del mundo tiene su especialísimo acento cultural, de su historia deriva lo que es su esencia y esa naturaleza tiende a plasmarse en la formación de sus instituciones.

Estados Unidos es una realidad con influencia global, pero esa influencia es más fuerte en Latinoamérica. Venezuela a su vez es la “joya de la corona” en la región, su ubicación geopolítica, al norte del sur, sus reservas petroleras y sus minerales estratégicos la hacen estar en el radar de los intereses clave de manera permanente, de lo cual se desprende el desafío de los venezolanos de desarrollar un respeto mutuo con Estados Unidos basado en un equilibrio de intercambio de intereses en el marco de un respeto reciproco de sus soberanías.

La solides de las instituciones norteamericanas impide que sus gobiernos de turno traspasen límites establecidos por su propio diseño constitucional, lo cual reduce para los venezolanos la importancia del resultado de la actual elección presidencial del próximo 5 de noviembre en Estados Unidos. Si continua Biden o recupera la presidencia Trump los intereses de esa nación seguirán siendo los mismos. Para Venezuela no hay un presidente norteamericano bueno o uno malo, sencillamente hay un actor político que buscará siempre obtener el máximo beneficio para los suyos, y nosotros estamos obligados a actuar y decidir de la misma manera, produciendo una relación en un punto de equilibrio y de respeto.

El presidente Trump se apresuró en su decisión al reconocer a Guaido como presidente de Venezuela, quien al obtener el apoyo de los seguidores incondicionales de Washington creo una estructura de gobierno paralela, sin poder normativo alguno en el territorio nacional, pero sí sobre los activos de Venezuela en el exterior, lo cual produjo una administración de miles de millones de dólares que terminaron en los bolsillos del equipo político de Guaido. Trump y su equipo de la Casa Blanca recibieron muchas pruebas de esa corrupción y se convencieron del error, pero una cosa implica otra.

La Casa Blanca en lugar de aceptar el error y reestablecer relaciones con el único gobierno que existe en Venezuela, el de Nicolas Maduro, aplicó la máxima “el amigo de mi enemigo es mi enemigo”. Miraflores tenía que defenderse de la Casa Blanca y de sus aliados, para ello rompió las reglas no escritas de la unipolaridad y estableció relaciones cooperativas con las contrapartes estadounidenses del planeta, apelando al derecho soberano de autodeterminarse. La aplicación de sanciones económicas se acompañó con sanciones personales a funcionarios del gobierno de Venezuela, listas que provenían de las cuentas por cobrar de dirigentes de la oposición, poniéndoles precio a sus cabezas al mejor estilo del lejano oeste.

Hoy, a 21 días para las elecciones, el presidente Maduro se reintegra a través de su representante Jorge Rodríguez a las negociaciones directas con Estados Unidos, quien pide “unas elecciones verdaderamente libres y competitivas” con miras a “una salida hacia una transición política pacífica”. Como he afirmado reiteradamente, estas elecciones no son libres y competitivas, ya que Estados Unidos y la unión Europea a través de las sanciones económicas le quito a Maduro su capacidad de hacer una mejor gestión, precisamente para sembrar en los electores el descontento y la frustración, y afianzado por las innumerables operaciones psicológicas que a través de un bombardeo ininterrumpido por todos los medios de comunicación han realizado. Maduro no ha tenido la libertad de gobernar a plenitud ni tampoco es competitivo competir sancionado. Sin embargo, su talante democrático le ha dado la fuerza de “tener la razón” para competir, convencido de que el pueblo venezolano sabe quiénes son los traidores de la patria y los culpables de la falta de recursos.

Nicolas Maduro expresó: “he recibido la propuesta por dos meses continuos del gobierno de Estados Unidos para restablecer las relaciones y el diálogo. Luego de pensarlo, he aceptado…” De esta forma la reanudación de las conversaciones con el gobierno de Estados Unidos permitirá restablecer los términos del diálogo con respeto. Continuo Maduro diciendo: “Ellos (Estados Unidos) saben quién va a ganar y yo se las voy a poner fácil: yo soy un hombre de diálogo y yo quiero que a través del diálogo se respete a Venezuela, su democracia, su pueblo, yo quiero superar este conflicto de confrontación brutal y estéril con ellos, ya queda de ellos cumplir”. 

La reanudación del dialogo debe contemplar el compromiso de las partes de aceptar el resultado del 28 de julio emitido por el CNE y eso implica desmontar la totalidad del discurso de María Corina referido al fraude y a la transición, ya que esa yunta no contempla la derrota, es decir, la oposición no se sienta a dialogar todas las opciones sino su única opción que es ganar y si pierde entonces denuncia fraude. Esta actitud de la oposición representa un obstáculo para los intereses de los Estados Unidos, ya que una buena relación con Maduro le mejora el precio de la gasolina en los Estados Unidos y en consecuencia golpea la inflación y repercute en una mejor gestión presidencial. Van a seguir mermando su prestigio político a cambio de enriquecer a una banda que aplica en esquema poncí político. La respuesta salta claramente: todo va a avanzar hacia el Equilibrio Final, sin sanciones y sin sancionados.

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Pedro Luis Martín Olivares

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