Pedro Luis Martín Olivares – En gran parte del mundo, y durante décadas, la semana laboral de 40 horas ha sido el patrón que ha regido nuestras vidas; antes del efecto pandemia el empleado promedio trabajaba 8 horas diarias durante cinco días a la semana.
Muchos eran los que vivían según el reloj, y todavía esto es una realidad para muchos. No se trabaja para vivir, se vive para trabajar. Andrew Barnes fundador de Perpetual Guardian una empresa con sede en Nueva Zelandia dice «Creo que la forma en que trabajamos hoy, incluso antes de COVID-19, no es adecuada para nuestro propósito».
Y no está lejos de la realidad, está aseveración. Seamos realistas sobre la oficina, son incontables las reuniones que se celebran y el tiempo que se pierde es demasiado. Muchos hemos tenido una reunión previa para preparar “una reunión muy importante”, a la que se asiste con el personal técnico durante dos horas a una sala de conferencia convulsionada y muchas veces la mayoría no hace nada, no obstante, posterior a ello se tiene otra reunión de recapitulación para hablar sobre lo sucedido. Mientras transcurre esto muchas veces reflexionamos y nos preguntamos ¿Cuál es mi productividad o la de mi equipo durante el día? Y sí esta situación es repetitiva durante la semana, ¿Cuantos días u horas adicionales se necesitan para cumplir con los objetivos de la semana? Es desgastante.
Por otro lado, las cargas mal distribuidas han generado miles de conflictos laborales. Siempre existe un compañero de trabajo que llega tarde con una excusa poco convincente, un viaje a la tienda de la esquina por un café, un descanso para ir al baño, un poco de charla con la persona chismosa de auditoria interna. Es muy probable que este tipo no comience a trabajar hasta las 10:30 de la mañana y es seguro que una hora más tarde está organizando el almuerzo. Pero esto ocurre todos los días y es repetido por miles de trabajadores en todo el mundo, situación esta que propicia exista más peso o recaiga más responsabilidad en aquellos empleados que dan mayor respuesta. Entonces surgen las siguientes interrogantes ¿Hay mucho tiempo perdido en las oficinas?, ¿Se puede reducir la jornada laboral?, ¿Con que fin? La respuesta es Sí, para todo hay solución, tanto para la perdida de tiempo, como para el exceso de trabajo, para ello es necesario reorganizarse y con ello mejorar la calidad de vida del trabajador.
“No se trata de dirigir un campo de explotación… se trata más de trabajar de forma inteligente” dice Ben Eltz, director ejecutivo de Diomandbank. En los últimos dos años, empresas y gobiernos de todo el mundo mantienen la firme convicción de que es necesario que la jornada laboral cambie; muchas se han arriesgado a tomar la iniciativa, creyendo firmemente que esto es lo mejor para el negocio y para las personas. Antes de la pandemia, Microsoft Japón y la cadena de hamburguesas Shake Shack probaron cronogramas programados de jornadas laborales con algunos empleados, con resultados muy positivos. Las oficinas del conglomerado internacional Unilever en Nueva Zelanda se encuentran actualmente en medio de un experimento el cual se estima dure un año y cuyos resultados podrían transformar los horarios de los 155.000 empleados de la compañía en todo el mundo.
A medida que las economías se reactivan, los trabajadores parecen estar ganando poder de negociación. Las demandas de algunos empleados son particularmente ambiciosas. Una idea, que los sindicatos y algunos economistas han criticado durante mucho tiempo, es que las personas pueden trabajar menos horas sin reducir su productividad general. La apuesta es reducir la jornada laboral. Lo cual ya es un hecho en Islandia. El mes pasado, Alda, un grupo de presión islandés, y Autonomy, un grupo de expertos británico, publicaron un informe sobre los experimentos del Ayuntamiento de Reykjavik y el gobierno de Islandia entre 2015 y 2019.
En estos experimentos, participaron casi 3.000 empleados que redujeron sus horas de trabajo, muchos de ellos de 40 por semana a 35 o 36, con el mismo salario. Según el informe, la producción general no se redujo en la mayoría de los lugares de trabajo y en algunos mejoró. El departamento de contabilidad de Reykjavik, por ejemplo, registró un aumento del 6,5% en el número de facturas que procesó durante la prueba en comparación con el mismo período del año anterior. Los trabajadores también informaron sentirse menos estresados y más saludables. Los hombres incluso comenzaron a tener mayor participación en las tareas del hogar.
La experiencia de Islandia sugiere que un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida no tiene que traducirse en una reducción de la producción, por el contrario, podría constituirse en un incentivo a la productividad. El planteamiento, es una semana laboral más corta. Cuando a los empleados se les da una buena razón para trabajar más duro, por lo general se concentran vehementemente en sus tareas más importantes.
Por otra parte, los juicios alentaron a los sindicatos a presionar para reducir las horas de trabajo y los empleadores respondieron rápidamente. Desde que se llevaron a cabo los juicios, el 86% de los trabajadores de Islandia se han trasladado a horarios más cortos o han obtenido el derecho a hacerlo, aunque no está claro cuántos han optado por no hacerlo.
Podríamos pasar horas y horas en una clase de historia, de como el patrón de la jornada laboral 40/5 se volvió nuestra cotidianidad. Como Industriales como Henry Ford fueron pioneros en ella a principios del siglo XX y, empujados por los sindicatos, los gobiernos capitularon. En Francia, los Acuerdos de Matignon de 1936 convirtieron en ley la semana de 40 horas. Estados Unidos aprobó la Ley de Normas Laborales Justas en 1938, que permitía el pago de horas extra para los empleados que trabajaban más de 44 horas a la semana, posteriormente se redujo a 40 horas en 1940, y ganaban menos de cierto umbral, actualmente $684 por semana. Ciertamente, no todos los países tomaron decisiones rápidas: el Partido Comunista de China sólo permitió que los trabajadores cambiaran a cinco días hábiles en 1995, pero todo esto es historia.
Keynes tenía razón al decir que la productividad ha crecido lo suficiente como para permitirnos grandes cantidades de ocio; es sólo que, como sociedad hemos canalizado estas ganancias para otros fines. Sin embargo, esto puede cambiar, resultados como los obtenidos por el proyecto de Microsoft Japón en 2019 han sido abrumadoramente positivos, ellos redujeron el número de reuniones y alentaron una mayor colaboración en línea. Las ventas por empleado aumentaron un 40% respecto al año anterior. Otros resultados positivos fueron visibles, los empleados se tomaron un 25 por ciento menos de tiempo libre durante la prueba, el uso de electricidad disminuyó en un 23 por ciento en la oficina y los empleados imprimieron un 59 por ciento menos de páginas de papel durante la prueba también. Resultando que se traducen en ventajas medioambientales y económicas. En general, el 92 por ciento de los empleados informaron que prefieren la semana laboral más corta, lo que sugiere un aumento en la satisfacción de los empleados también. Una relación ganar-ganar para todos.
Es comprensible que muchas compañías sean lentas o reacias a promover esta iniciativa por lo compleja de sus actividades. Una solución puede ser asignar diferentes días libres a los empleados, escalonando los días laborales para garantizar que haya alguien siempre disponible. Este tipo de cambios puede parecer abrumador, pero la pandemia ha demostrado que son posibles nuevas formas de trabajar. Sólo son necesarias unas pocas grandes corporaciones para liderar el cambio. A veces menos es más y trabajar cuatro días a la semana ya no es sinónimo de locura.
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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas
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