Pedro Luis Martín Olivares – Las industrias enfrentan de manera diferente los nuevos retos y dan fe de que el crecimiento empresarial ya no está ligado al incremento económico y ponen a la economía en servicio del desarrollo social sustentable.
El desarrollo de las empresas y de los países se atribuyó comúnmente al crecimiento económico. Sin embargo, en las últimas décadas este concepto ha ido cediendo de forma paulatina por el de «desarrollo sostenible«. En el Informe «Nuestro futuro común» presentado en 1987 por la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU, se utiliza por primera vez el concepto de desarrollo sostenible y se define como aquel que «satisface las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones».
Este informe constituye uno de los ejes de la agenda actual de la división de desarrollo sostenible de la ONU, y apunta a lograr de manera equilibrada el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente.
En el mundo de los negocios este nuevo paradigma ha llevado a que imponerse metas de crecimiento por encima de las posibilidades, o descuidar aspectos normativos incluyendo los medioambientales, financieros o de seguridad de la información por mencionar algunos, no sea sostenible. Estas y otras tendencias, están haciendo que las organizaciones incorporen nuevos elementos a sus estrategias y estructuras de gobierno como ser la gestión integral de riesgos, el uso de Data & Analytics, políticas de ciberseguridad, o el establecimiento de canales de comunicación con los grupos de interés (clientes, inversores, gobierno, comunidad, etc.), que están dando forma a los nuevos tiempos: la digitalización de la economía, la disrupción en los modelos de negocio, la transparencia y la necesidad de innovación.
Las empresas uruguayas y en general, latinoamericanas no son ajenas a esta realidad por lo que deberán pensar, si es que ya no lo están haciendo, en adecuar sus estrategias. Una estrategia sostenible puede abarcar acciones específicas para establecer relaciones con los grupos de interés y/o gestionar la exposición a riesgos de sostenibilidad, o encararse de manera integral, en cuyo caso se fusionará con la estrategia del negocio y contemplará tanto los riesgos como las oportunidades vinculadas a la sostenibilidad.
Independientemente de la estrategia que se elija, gran parte del éxito dependerá de su implantación. Para ello, se torna imprescindible identificar e involucrarse con los grupos de interés para entender sus necesidades materiales y darles respuesta.
Esto implica definir políticas, procedimientos y almacenar datos para medir la performance, y desarrollar capacidades específicas sobre una diversidad de aspectos según se entienda pertinente: a. medioambientales (cambio climático, gestión de residuos, conservación del agua, etc.) b. sociales (diversidad, igualdad de oportunidades, seguridad y salud ocupacional, etc.) y c. de gobierno (prevención de corrupción y fraude, conflictos de interés, código de conducta, etc.), por citar algunos ejemplos.
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Pedro Luis Martín Olivares
Economía y Finanzas
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